Secretos a la vista de todos

Post recuperado de Facebook. Hace ya unos años que lo escribí, pero me sigue pareciendo interesante; así que, para que no se pierda en el olvido, me es lícito usarlo como aperitivo, como entrante para lo que será un blog de reflexiones dispares. Aquí lo dejo:

Joder, hay una regla que cumplo casi categóricamente cuando trabajo en un paisaje o una composición medianamente compleja. Y la sentía como una regla muy personal, como un pequeño «modus operandi» de esos que los vas descubriendo con el paso de los años; pero hoy, leyendo un libro de Kant en el que habla sobre lo bello y el arte (tradicionalmente conocido como Estética), expresa justamente esta regla:

«Así, pues, la finalidad en el producto del arte bello, aunque es intencionada, no debe parecer intencionada, es decir, el arte bello debe ser considerado como naturaleza, por más que se tenga conciencia de que es arte.

Como naturaleza aparece un producto del arte, con tal de que se haya alcanzado toda precisión en la aplicación de las reglas, según las cuales el producto puede llegar a ser lo que debe ser, pero sin esfuerzo, sin que la forma de la escuela se transparente, sin mostrar una señal de que las reglas las ha tenido el artista ante sus ojos y han puesto cadenas a sus facultades del espíritu.»

Básicamente siempre intento (salvo excepciones) que se vea bello pero no se sepa exactamente porqué. Entiendo una composición como una ecuación en la que si falla algún número el resultado es el equivocado. Todos los elementos suman y están en un sitio concreto porque cumplen una función. Se ajustan a ciertas reglas (¡o las rompen!).
No suelo comunicar mis conocimientos (tampoco me lo ha pedido nadie nunca) pero esto muchos ya lo saben y lo cuento más por la sorpresa de leerlo en filosofía que otra cosa.
Ya sabéis, detrás de toda composición hay mucha ciencia ¡no infravaloréis a los pintores!